Quizás sea el título de esta columna, una de las inquietudes e interrogantes elementales de la filosofía educativa, pregunta que debiese estar muy presente en las mentes de los profesores y orientar cada una de sus reflexiones y prácticas pedagógicas. ¿Es posible educar a un individuo sin tener certeza sobre el fin o el propósito verdadero del acto educativo?, finalmente ¿para qué se educa al hombre y a la mujer? Primero, es irrenunciable la comprensión de que el acto educativo siempre propende al cambio, a la transformación, a la movilización desde un estado inferior de conocimiento a uno superior. Transitar desde la noción a la certeza, desde lo vacuo a lo profundo o como manifestaría Platón, desde la doxa a la episteme. Educar involucra poner el “marcha” nuestras capacidades sensitivas y procesos cognitivos con la finalidad de avanzar hacia el entendimiento del mundo que somos y del universo que nos rodea. Educar (guiar) o ser educado (ser guiado), implica el reconocimie...