L os árboles, siempre me han cautivado los árboles. Desde pequeño los admiraba en el patio trasero de la casa que hoy no existe, sus frutos y sus coloridas flores al comienzo de la primavera. Cada día apreciaba con encanto e inocencia como los pequeños frutos del durazno y el manzano se transformaban gradualmente en coloridas y frescas frutas. Fuera de casa, al lado de la vereda e intermitentemente por ambos lados del pasaje, otros árboles de espino, un tanto más señoriles y uniformados regalaban un breve espacio de sombra, troncos con pantalón blanco pintado hasta las caderas. Con el tiempo conocí otras especies de árboles, cada una más diversa y distinta a las otras. Desde grandiosos y majestuosos troncos que se elevan decenas de metros y extienden sus poderosas ramas hasta eclipsar al sol, a pequeños y aparentemente frágiles cuya particular belleza reside más bien en sus hojas. Árboles que se rebelan contra la tiranía silenciosa del pavimento y les quiebran...
Poeta y Escritor chileno/ Psicopedagogo: Instituto Profesional Los Lagos/ Profesor de Educación Diferencial Mención Accesibilidad para el aprendizaje: Universidad San Sebastián/ Magister en Educación mención Neurociencias aplicadas a la educación: Universidad Finis Terrae/ Filósofo
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