¿Es la Nueva Educación
Pública la respuesta adecuada a los cambios organizacionales que exigen los
actores principales del sistema educativo chileno? Inicio el análisis mediante
esta interrogante pues la ruta lógica nos indica que las soluciones deben estar
en correspondencia con las problemáticas que las generan, que los cambios y
transformaciones estructurales del sistema educativo deben implementarse
respondiendo a las exigencias del profesorado, los padres y apoderados, y el
estudiantado. Es necesario en este punto introductorio escarbar un tanto en los
principales nudos críticos que sentaron las bases de un cambio en la
administración de la educación pública.
De
acuerdo a Eyzaguirre, Izquierdo y San Martín (2021), la primera problemática
detectada en la actual administración municipal fue: “ausencia de horizonte de
largo plazo. En este contexto, el desarrollo de la educación estatal dependía
significativamente de la voluntad de las autoridades municipales y el énfasis
que tuvieran en esta materia, la que se veía fuertemente afectada por los
ciclos políticos-electoral.” Una administración educativa desprendida del
Estado en términos administrativos y cuyo único hilo vinculador es el
currículum nacional, pareciera correr el riesgo de responder a microclimas y
microdinámicas políticas en las que la figura del alcalde juega un rol
preponderante. De esta forma, se administra y gestiona la educación a nivel
comunal, en más de trescientos fragmentos territoriales, cada cual con sus
características y peculiaridades políticas, técnicas e incluso sociales. Se
carece así, de un Plan Maestro que vincule y articule un horizonte claro y
coherente para todo el territorio nacional.
Otra de las problemáticas planteadas por
Eyzaguirre, Izquierdo y San Martín (2021) es que: “En las últimas décadas, la
matrícula municipal ha experimentado una caída significativa, (), concentrando
estudiantes de familias con bajos ingresos. Uno de los principales 4 desafíos
de la Nueva Educación Pública es revertir esta situación, convirtiéndose en una
alternativa atractiva para todas las familias.” ¿Qué es lo que oferta la
educación privada o particular subvencionada que ha elevado sus índices de
matrícula?, ¿cuál es la carencia hallada en la educación municipal y que es
cubierta por la educación particular? Otras tantas inquietudes podrían
desprenderse de la realidad expuesta por los investigadores, pero una cuestión
sí resulta muy cierta: los últimos 40 años de educación municipal no han
logrado satisfacer los requerimientos pedagógicos de las familias chilenas. Un
proyecto educativo poco significativo y hasta poco socializado, el alto nivel
de licencias médicas de los docentes, la problemática de la convivencia
escolar, los escasos recursos, la falta de profesionales idóneos, pueden ser
sin duda alguna, elementos que se adicionan a una mala valorización de la
educación en manos de los municipios.
He centrado mi escudriñamiento en estos dos
puntos críticos porque los considero los más relevantes en términos de política
pública y calidad educativa. Primero, las municipalidades con sus profundas
diferencias políticas y presupuestarias no pueden de forma alguna administrar equitativamente
en términos de acceso, infraestructura y calidad, el procese educativo. Se es
pertinente un soporte mayor que el municipal, un referente organizativo que
siente bases comunes y vislumbre un futuro concreto para todos los estudiantes
del país. Un Plan Maestro que sostenga curricular y administrativamente todo el
quehacer educativo y que no esté condicionado por agentes perturbadores a nivel
comunal.
Segundo, el Estado debe trabajar para alcanzar un estándar de calidad educativa para todos los estudiantes y un estándar de condiciones laborales tanto para docentes como para asistentes de la educación. El Estado chileno debe propender a un acceso no discriminatorio e inclusivo, pero también velar por lo que sucede una vez dentro del aula. De esta forma, la capacitación del profesorado debe evidenciarse como una acción continua y orientada al conseguimiento de mejores aprendizajes. Como producto de estos cambios en la administración y en la mejora de condiciones pedagógicas en los establecimientos educacionales, la educación pública debería ser tan o más llamativa que los centros educativos privados o subvencionados.
Ahora bien, la implementación de la Nueva
Educación Pública a través de los SLEP, también ha evidenciado algunas
particularidades propias de un traspaso organizativo y se enfrenta a desafíos
propios. Uno de estos desafíos, según lo indica el mismo informe citado con
anterioridad es que: “El tamaño de los SLEP genera problemas de conectividad y
priorización de algunos establecimientos sobre otros, especialmente en los
territorios rurales que quedan más alejados de la oficina central del SLEP. Los
territorios son demasiado extensos y con variados grados de conectividad.”
Administrar un extenso territorio regional,
por una oficina central, pareciera presentar algunos desafíos lógicos y
predecibles en la comunicación, la supervisión y el acompañamiento técnico a
todas las comunas y cada uno de sus establecimientos educativos. Se ilumina mi
cabeza en este momento con un dicho coloquial: “quien mucho abarca, poco es lo
que aprieta”.
Finalmente, creo que el proceso de enseñanza
y aprendizaje, la educación formal de la ciudadanía debe estar vinculada al
Estado, pero no depender exclusivamente de él. ¿Es entonces una buena o mala
idea esta de reconciliar al Estado con la educación pública? A todas luces
pareciera hasta el momento que sí, por lo menos es una buena intención. Pero de
buenas intenciones el infierno está repleto. Las trasformaciones estructurales
como la de la Nueva Educación pública son procesuales, requieren tiempos de
acomodación y asimilación. Por otra parte, no pueden estos cambios, carecer de
la mirada crítica y el aporte constructivo de todos los estamentos de la
comunidad educativa, ¿ha sido realmente así?, ¿o solo es una idea desprendida de
inquietudes e intereses políticos que buscan revolucionar todo? El tiempo y los
resultados nos responderán estas importantes inquietudes.
Por: Boris Alber Palma Díaz
Psicopedagogo y Educador diferencial
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