El educador debe ser un imitador de la
naturaleza; imitarla y estar en plena correspondencia a su movilidad y
transformación constante, a su propiedad flexible y a su característica
creativa. El educador no puede guiar y
sostener el aprendizaje del estudiante sustraído del entorno y ajeno a los
fenómenos físicos del mundo, a los fenómenos biológicos del cuerpo y a los
fenómenos abstractos de la mente humana. Finalmente, debe comprender aquel que
procura educar, que la realidad es en sumo compleja y diversa y que debe
manipularse de forma gradual. No deben de esta forma, manifestarse vacíos,
lagunas o eslabones inexistentes en la extensa cadena del saber. Tampoco han de
evidenciarse límites o barreras impenetrables en el desarrollo mental del
individuo ni en su comprensión del mundo, ya que todo lo que está
compartimentado no favorece una comprensión holística de la realidad.
En el desarrollo de este ensayo, analizaremos cómo la educación
imaginativa y sus herramientas propuestas se relacionan con conceptos claves de
las neurociencias, como epigenética y el Diseño universal para el aprendizaje,
además cómo establece un sostenimiento gradual del desarrollo del lenguaje y el
pensamiento.
La educación imaginativa propuesta teórica de Kieran Egan, nos invita a
una nueva valoración y a un nuevo análisis de algunas teorías del aprendizaje
que por décadas se han considerado inamovibles y que han puesto al cuerpo, al
desarrollo biológico y a la herencia genética por sobre la emoción, el contexto
y la imaginación. Ahora bien, ¿cuál es el rol de la imaginación en el proceso
formal de aprendizaje de los niños y adolescentes?, ¿es realmente el
pensamiento imaginativo una herramienta de eficaz uso en aulas que idolatran lo
funcional, el hacer manual por sobre el sentir, el emocionarse y el imaginar?
De acuerdo a Egan (2010) se suele vincular a la imaginación con procesos
creativos exclusivos del aprendizaje artístico o con la instancia informal del
juego, omitiendo su relevancia en todo el proceso de aprendizaje de los
alumnos, el que incluye por ejemplo la rigurosidad de la matemática y el
tratamiento y comprensión de la historia.
Pero primero, nos es necesario profundizar un tanto en los conceptos
claves propuestos en la teoría de la educación imaginativa. Según Egan (1997)
el desarrollo del niño pone de manifiesto distintas formas de comprender su
entorno, estas formas de entendimiento subyacen a todo ser humano y han sido
evidentes en las postrimerías de los tiempos a través de las culturas orales y
hoy, en las formas de comprensión de los niños modernos previo o posterior a la
aparición del lenguaje. El mismo autor, en la misma obra, propone cinco formas
de entendimiento: entendimiento somático (en el que se usa el cuerpo como
instrumento principal de interacción con el medio), entendimiento mítico (que
en paralelo a la aparición del lenguaje oral facilita la creación y narrativa
de imágenes mentales), entendimiento romántico (uso de detalles y extremos de
lo vivido), entendimiento filosófico (el uso del pensamiento y razonamiento
para entender el mundo) y entendimiento irónico (relativizar el conocimiento).
A pesar de que en este primer acercamiento Egan pareciera fraccionar el
entendimiento general en compartimentos de entendimientos distintos, de la
misma forma en que Piaget parceló el desarrollo mental de los niños en diversos
estadios, esta distinción planteada por Egan no pretende diferenciar, excluir o
limitar la expresión de un tipo de entendimiento con otro, sino más bien,
sustentar la aparición de uno gracias a las características antecesora del
otro. En este caso, a pesar de que en el entendimiento mítico deje de predominar
el cuerpo y prevalezca ahora más la creación mental, esto no significa
necesariamente la desaparición absoluta del entendimiento somático. Contrario a
ello, el cuerpo sigue entendiendo y relacionándose con el mundo, sólo que ahora
junto con la aparición del lenguaje oral, se ejecuta como soporte del entender
mítico y da lugar a una exploración mental más que a una sensoriomotriz.
El cuerpo es así, ahora un instrumento de la voluntad, dirigido y
orientado por el pensamiento, subordinado por los intereses particulares del
niño, no solamente excitado sensorialmente por el estímulo o el instinto que
propende hacia las formas y objetos materiales. Comprende el niño que el mundo
que lo rodea no solo puede ser visto, manipulado a través de las manos, ser
olido, escuchado o incluso ser gustado; sino que, además, puede ser descrito
por medio del lenguaje y transformado por medio del pensamiento. Y es el
lenguaje mismo, el que le facilita una interacción más compleja con otros seres
humanos distintos a él. Como declara Matte (2018) si bien la herencia genética
nos posibilita el habla, para la producción por ejemplo del lenguaje y la
escritura es necesario un proceso de aprendizaje inmersos en la sociedad. En el
caso específico del lenguaje oral, es en el microsistema familiar (primera
unidad social) en que el niño imita los modelos de habla de sus referentes más
próximos, lo que evidencia la importancia del estímulo externo en el
aprendizaje por imitación. De esta forma, no todo está determinado o
sentenciado por la carga genética. Nuevamente, el aprendizaje no sólo está
supeditado al cuerpo y a la mente del alumno, lo biológico sienta las bases y
propone algunos patrones de comportamiento y actuación, pero estas bases pueden
ser moldeadas y condicionadas positiva o negativamente por factores exógenos
como la estimulación afectiva, la emoción orientada pedagógicamente, la
propuesta creativa y la imaginación.
Analicemos desde el punto de vista de las neurociencias y la
epigenética, cómo el ambiente o la cultura pueden condicionar el aprendizaje
del estudiante. Nos menciona Rovasio
(2006) que la epigenética estudia la gestión del genoma, o sea el cómo y cuándo
ser y el cómo y cuándo funcionar de un organismo vivo, una interpretación
flexible del código genético estático. En este mismo sentido, Perdomo (2015)
comenta que existen mecanismos epigenéticos que desempeñan un rol mediador
entre el ambiente psicológico y el correcto o incorrecto desarrollo de la
memoria y el aprendizaje. Ahora bien, ¿cómo las herramientas cognitivas
propuestas por los distintos entendimientos de la educación imaginativa pueden
manifestarse como factores medioambientales efectivos en el aprendizaje de
nuestros estudiantes?, ¿cómo puede el educador diseñar desde este punto de
vista, un ambiente propicio para el aprendizaje?
En cada una de las formas de comprender o entender el mundo (somática, mítica, romántica, filosófica e irónica) se presentan una serie de herramientas que pueden (si su utilización es la adecuada) enriquecer la metodología y la didáctica docente. Por ejemplo, las herramientas asociadas al lenguaje oral y escrito, correspondientes a los entendimientos mítico y romántico respectivamente, son entre otras: la narración de historias, la propuesta de oposiciones binarias, la construcción poética, el uso del humor, los juegos y la teatralización; la asociación heroica, la humanización del conocimiento, el asombro, el cambio de contextos y el sentido de la realidad. Todas estas herramientas apelan y tributan a la producción creativa por medio del pensamiento imaginativo, y todas y cada una de ellas pueden ser implementadas en el aula de forma sistemática en cada asignatura y nivel educativo y no de manera accidental, asociadas solamente a instancias de recreamiento desligada de los objetivos de aprendizaje propuestos en el currículum.
Evidentemente, existen elementos
facilitadores y otros perturbadores del aprendizaje, agentes contextuales que
pueden impactar profundamente en el despliegue de la inteligencia y las
funciones ejecutivas como bases organizativas de todo aprendizaje consolidado y
significativo. Cuanto nos relató Vygotsky sobre la importancia de implicar
afectica y efectivamente al alumno. Pero existe hoy, una nueva valoración y una
reinterpretación de las teorías clásicas del aprendizaje, y enfoques
pedagógicos nuevos como la educación imaginativa, el Diseño universal para el
aprendizaje con su respuesta a la diversidad y multiplicidad de formas en la
representación, respuesta e implicación, y la evaluación auténtica, reconocen y
restituyen la relevancia de la emoción, la forma en que aprende el cerebro, el
desarrollo gradual y complejo del lenguaje y su relación con la comprensión del
mundo, como factores a considerar en el proceso formativo del profesorado y el
estudiantado.
Finalmente, es sumamente importante en
avanzar con diligencia en una educación que no esté establecida sólo en el
determinismo genético y en su carácter funcional del aprender volcado hacia
afuera, sin atender como la palabra y la narrativa docente pueden mediar en la
creación de maravillosos mundos internos, abundantes de imaginación,
satisfechos de exploración abstracta y ricos en el florecimiento de emociones. Será
entonces cuando eduquemos verdaderamente, no centrados en contenidos inertes de
asignaturas sin significatividad, sino más bien propendiendo hacia el
desarrollo y perfeccionamiento de los procesos cognitivos, habilidades y
competencias.
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