L a chimenea debía de permanecer encendida. Fuera de la casa llovía de forma intensa y con aquella misma emoción de la naturaleza, el hombre pretendía mantener encendida la llama. Contraponiéndose a la dinámica fluida del entorno externo, el hombre centraba todos sus humanos esfuerzos en que el fuego no se apagara. La casa disponía de leña suficiente para un par de meses, el invierno estaba llegando con pasos contundentes y era en sumo necesario conservar la temperatura interna. Y allí, solamente allí en ese escaso punto del espacio, está este hombre; silente, taciturno, sin prestar atención a otro asunto más que cada una hora avivar el fuego. Ya habían pasado un par de semanas y el fuego casi incrustado en la pared interna de la chimenea debía de permanecer encendido. Día y noche, no importaba lo que sucediera fuera de la casa, podría estar derrumbándose el mundo, pero el fuego debía permanecer vivo, la llama imperecedera. No existía ot...
Poeta y Escritor chileno/ Psicopedagogo: Instituto Profesional Los Lagos/ Profesor de Educación Diferencial Mención Accesibilidad para el aprendizaje: Universidad San Sebastián/ Magister en Educación mención Neurociencias aplicadas a la educación: Universidad Finis Terrae/ Filósofo